El señor Anacleto Guerrero era el aldeano más veterano de “El
Carrizal”, y de su boca provino la siguiente narración:
El Carrizal era un punto intermedio del largo camino que
abrieron y utilizaron los indígenas del páramo de Gavidia y Mucuchíes para
transportar los productos de la montaña hacia los llanos (hacia la región de
Pedraza). Los indígenas comerciaban sobre todo yerbas medicinales: ruda del
páramo, ditamito, espadilla, salvia real, frailejón morado, oreganote,
sanalotodo, viravira neblina, etc.
Los meritorios fundadores de la aldea fueron dos soldados
tachirenses, prófugos de un batallón revolucionario. Estos soldados, para
borrar toda pista y posibilidad de ser encontrados, se lanzaron con todo y sus
armas por estas pendientes montañosas y después de mucho caminar fijaron
residencia en este sitio inaccesible, a orillas de la quebrada de Canaguá, a
mediados del siglo XIX.
Los nombres de estos dos soldados eran José María Guerrero y
Jaime Guerrero. Ambos contrajeron matrimonio; José María se casó con Clara y
Jaime con María Ignacia, hijas de Rosalino Gil; un señor viajero y comerciante
que transitaba frecuentemente entre Mucuchíes y los llanos de Barinas.
Así se constituyeron las dos primeras familias de “El
Carrizal”. Los señores Guerrero iniciaron una tarea de atracción de nuevos
colonos, convirtiéndose en constructores de casas para personas que desde
Mucuchíes empezaban a sentir cierta atracción por la fertilidad y sanidad del
sitio.
De José María Guerrero, nació Jesus María, el papá del
informador (Sr. Anacleto), y Mario, papá del actual Sr. Mario (quién era el dueño de la
Mucuposada Carrizal y guardaparque de la ruta, así como el padre de Alí, actual dueño de la mucuposada).
En los tiempos mejores, El Carrizal llegó a albergar casi
cuarenta familias, que constituyeron su economía en el cultivo del café, el
fique, el cogollo, la arveja y a caraota.
Las últimas décadas de generalizado éxodo campesino, han
incidido profundamente en esta aldea, reduciéndola a 16 familias en 1985 (año
del relato) y a una sola familia en los actuales momentos, que ha permanecido
cuidando sus propiedades, sus mejoras, y brindadando hospitalidad a los
viajeros.
Son múltiples las anécdotas que cualquier visitante puede
escuchar de boca del Sr. Mario Guerrero y su familia, relacionadas con la
historia de “El Carrizal”.
La historia del indio Misteque Juaquín Rangel y las
esmeraldas de la cuesta de “El Castillo”. La narración del viaje por el camino
antiguo que requería tres días a lomo de bueyes. La historia del Coronel Ramos,
que pasó por “El Carrizal” derrotado y con ganas de quedarse con su tropa
ocupando tierras y bienes de los legítimos propietarios. La caza de osos
frontinos y entierros de armas de la guerra civil.
Sobre la construcción de la capilla, el Sr. Anacleto informó
que en principio se construyó una capilla de horcones y techada con carruzo
machacado.
Más tarde se logró levantar las paredes con tapia y cubrir
el techo con tejas, las cuales se construyeron aquí mismo en “El Carrizal”; un
maestro tejero vino a enseñar el arte desde San Rafael de Mucuchíes.
Se colocó el techo con teja quemada, pero después de los
años, la teja se deterioró por la humedad y se consiguió a través del ejecutivo
del Estado, el techo de zinc actual.
El piso anterior era de ladrillo decorado, pero no duró
mucho; las rodillas de los fieles devotos no soportaron tales “exigencias
artísticas”, así que se decidió construir el actual piso de cemento.
Esta historia se basa es una narración del Señor Anacleto
Guerrero, realizada en 1985 y escrita por el Padre Clemente La Cruz Flores en
el mismo año, para luego ser adaptada por Samadhi Torres Rivas en mayo del
2003 y publicada en este blog con sutiles cambios por mi persona.