viernes, 9 de noviembre de 2012

Otro canyoning, otra lección!

Después de mi aventura en Tamaira, y luego de pasados varios años, decidí repetir con el canyoning pero me puse a buscar una nueva cascada en la que se pudiera practicar este deporte. Ya para esta época VenezuelaX se había mudado de Caracas, así que consulté a los panas de Climbing Venezuela porque estaba seguro que ellos me darían varias opciones.


Total que Daniel me ofreció al menos 4 cascadas distintas, cada una con sus diferencias pero todas con un gran atractivo para mí, sin embargo me decidí por la de Petaquirito pues en el calendario de Climbing era la más cercana.

Hora de la llamada a los panas para ver si había quórum y ahí mismo aparecieron, Erik, Pipo, el negrito Henry y Germán. La respuesta de todos fue más o menos igual: tenemos años sin hacer nada fuera de lo rutinario así que sí, me anoto.

Hablé con Daniel y cuadramos. Esta vez decidimos ir en nuestros carros así que decidimos el punto de encuentro, nos conseguimos y partimos.

Petaquirito se encuentra en el Edo. Vargas, cerca de Chichiriviche de la costa, por lo que el principio del viaje fue bien sencillo, algo de montaña, algo de curvas, pero todo dentro de lo normal.  Sin embargo, luego de avanzar varios kilómetros, el terreno pasó a ser de tierra, y debido a las lluvias del día anterior, había varios pasos en las que el barro y las piedras dejadas por derrumbes, hacían el paso un poco más pelu…. No, mejor digamos, un poco más simpático. Mientras hacía el recorrido y viendo las condiciones del terreno me preguntaba qué tan fuerte estaría la cascada….

Después de dos pegues de dos camionetas distintas y de embarrarnos un poco, tocó la hora de “lavar” los vehículos, pues ahora había que atravesar un río que, por las lluvias del día anterior, por supuesto estaba crecido. El primer paso estaba imposible, el nivel del río era muy alto así que desistimos de pasar por allí. Daniel, conocedor del la zona, pensó en pasar en otro punto de tránsito que estaba río arriba. Cambiamos el rumbo, evaluamos el paso, ciertamente estaba más bajo así que decidimos cruzar y todo salió bien. Avanzamos un poco más por la carretera y   llegamos a un sitio en donde la vegetación de la montaña se había comido la vía, y ahí, en el medio de la nada y sin poder avanzar más, Daniel nos grita: Llegamos! 

Cerramos los carros, recibimos los equipos, nos disfrazamos de rapeleros, firmamos los papeles acostumbrados (si, los mismos que siempre hacen que te preguntes si tienes uno o varios tornillos flojos en la cabeza) y empezamos la caminata.

La aproximación a esta cascada es bastante simple, sólo hay una bajada de piedra y vegetación y listo ya estás en el río, unos 30 metros delante de ti ya ves la cascada.
A diferencia de Tamaira esta es una sola cascada que tiene cerca de 40 metros de caída líquida. Sin embargo de frente la cascada no se ve tan interesante puesto que la cascada queda como detrás de dos grande rocas que cubren la parte superior.

Charla explicativa y ahora para arriba, a caminar hacia el tope de la cascada. Daniel se encarga del aseguramiento del todo el grupo, lanza las cuerdas, las protege del roce, revisa el nivel de agua y dice: Bueno señores, no quiero que se asusten pero vamos a evaluar la cosa, porque el río viene con fuerza! Todos nos preguntamos, será que nos va a pasar lo mismo que nos pasó en la cueva? Otro intento fallido? No puede ser!

De parte del equipo de Climbing bajó una exploradora. Desde arriba todos la vimos descender y luego simplemente desaparecer. La forma que tiene esta cascada y la forma como entras a ella es tal que haces un rapel líquido y seco dentro de los primeros 15 metros y luego entras en contacto con la cascada, la misma que se veía escondida entre dos piedras pero que vista de este lado se convierte en un tubo de piedra por donde pasa el agua. Los riesgos eran que la fuerza del agua fuera tal que nos golpeara hacia un borde de este tubo de piedra o que el caudal fuera tan fuerte que, entre la adrenalina y la claustrofobia el ambiente fuera difícil de controlar.

La exploradora apareció más tarde debajo haciendo señas y pegando gritos asegurando que el paso era seguro y “divertido”.  No sé si fue tin marin, cara o sello o simplemente al azar, pero el primero fue Erik.



Se oye “LIBRE” y toca al siguiente, Pipo, no se sabe qué estaba más blanco si el agua o él. Todos asumimos que era por falta de sol, pero creo que la preocupación hizo de las suyas. Enfrentó lo que debía enfrentar en su mente y se pegó a la cuerda para descender.



Desaparecido tras la blancura del agua, y después de haber oído “LIBRE”, le tocó el turno al negrito Henry. Su viaje fue uno de los más cómicos, él sólo me decía: tómame todas las fotos que sean posibles porque no sé si voy a repetir esta locura! Y así fue, le caí a fotos hasta donde pude. Al principio tenía un problema importante, no sabía si iba a bajar a lo derecho o a lo zurdo así que hizo su ejercicio mental hasta que se decidió (a lo derecho)


Siguiente turno, Germán, uno de los que más se gozó la cascada desde el primer intento (no sólo fuimos osados para meternos con el caudal como estaba, sino que lo hicimos más de una vez).


Después de oír libre! pasó lo que tenía que pasar, me tocaba el turno. No sé si es como lo recuerdo o es como en realidad pasa, pero siempre ando planificando estos viajes y termino siendo el último en hacer la actividad. Nervios o cortesía con mis invitados? Prefiero pensar que es la segunda razón! Jeje.

El tema era más complicado de lo que se veía. El rappel en líquido era como siempre en el rappel, algo divertido pero sin dificultad, lo más difícil era enfrentar un saliente en el que el procedimiento de “vampirito” ayudaba a atravesar el escollo. Después la aproximación a la cascada, mientras más cerca más imponente, la fuerza de su caudal se asocia con la llovizna que te causa y el ruido extremo que genera, que además hace eco en esa especie de concha acústica natural formada por el conjunto de piedras que servían de túnel. El atravesar el chorro de agua era el paso difícil. Si lo hacías muy lento, en algún momento estarías en el medio del chorro y este te lanzaría a las piedras, hacerlo muy rápido era lanzarte en rappel a un vacío que no veías pues el agua no dejaba ver que había más alla.  Hora de decidir qué hacer… Bajé con cierto temor para aproximarme un poco más y probar la fuerza del chorro de agua, frené en el sitio que permitía que mis pies estuviesen expuestos a la fuerza del agua… definitivo, lento no es posible, hay que apurar el rappel, pero que hay más allá? Dónde está la roca? Cuanto más rápido bajo? Mil preguntas y un par de segundos para tomar la acción que consideras debe ser la correcta. Recordé mi vuelo en parapente en donde había que correr al vacío porque aunque es naturalmente un error correr hacia el vacío, es en ese momento lo correcto.
Decidido, el caudal es fuerte así que el rappel lo haré con mayor velocidad hasta atravesar el chorro de agua. Y así fue, solté la mano de freno y me dejé caer… el agua me cubrió hasta la cintura y me empezó a llevar hasta la piedra, esto no era el plan, necesito atravesar más rápido pero además el agua me volteó y quedé de frente al chorro de agua y de espaldas a la pared de piedra, peor imposible, al menos eso era lo primero que me vino a la mente.
El ser humano es impresionante, ante estas situaciones, el cerebro reptil (dónde dicen que se toman las decisiones por instinto) siempre decide hacer acciones que normalmente te ayudan. Sólo puse un pie en la piedra, conseguí un punto de apoyo y quedé en un punto de equilibrio entre el chorro y la piedra, sin que el agua tuviese control sobre mi cuerpo, sin que me estuviese golpeando contra la piedra y ahora en mejor ángulo para ver el resto del camino.

Así fue, decidí cuál sería mi siguiente paso, la idea de acelerar el rappel no salió del todo bien a la primera, pero ahora era el paso lógico y me lancé. Ahora si estaba expuesto a la fuerza de la naturaleza, formando parte del caudal de agua y siempre con la mirada baja para asegurar la respiración. Un poco más de cuerda un punto de apoyo para volver a colocar alguno de mis pies y poder volver a tomar control de la situación. Y así pasó, lo logré, estaba en el medio de esta cascada en un sitio en el que medianamente podía controlar pero que fue suficiente para retar el momento, sacar la cámara de agua e intentar tomar una foto.
Tratar de sacar la cámara que estaba en un estuche cerrado guindado a la altura de mi cintura en el arnés no era tarea fácil, no solo por el lugar en el que estaba sino porque debía hacerlo con mi mano izquierda solamente (pues la derecha es la que me servía de freno para no seguir descendiendo). Después de una pequeña batalla, salí victorioso y logré hacer algunas fotos, no fueron las mejores, pero dadas las circunstancias creo que salieron perfectas.



Disfruté muchísimo la experiencia y al final todos lo hicimos, pasó de ser un reto imposible a una aventura divertida y que repetimos creo que hasta 2 veces más ese mismo día.

A veces me pregunto qué es lo que hace que siga haciendo esto que algunos tildan de locura. Por qué exponerte a estas situaciones cuando puedes estar tranquilo en casa? Pues la verdad no creo que sea fácil describir las razones, puede que muchos crean que esas razones van asociadas a la búsqueda de la adrenalina, el afrontar una situación de riesgo pero divertida, pensar en la emoción que genera haberlo logrado y/o conseguir algo más para este blog. La verdad es que todas esas son válidas pero creo que además, cada una de estas aventuras termina dejándome un aprendizaje, en cada una de ellas la vida me enseña algo pues he atravesado por una experiencia nueva que decidí vivir, a la que decidí atravesar y que decidí superar.

De Petaquirito me quedó el aprendizaje de la decisión, pues siempre estamos ante situaciones en las que debemos decidir qué hacer, y en donde incluso no hacer nada es una opción, pero probablemente es la opción más cara. Tomar la decisión puede no ser fácil, y seguramente lo que lo hace más difícil es el no saber si acertarás o te equivocaras. Sólo después de tomar la decisión lo sabrás, sólo tendrás la respuesta después de haberlo intentado.

Muchas fotos son cortesía de los panas de Climbing Venezuela




jueves, 1 de noviembre de 2012

Un kilómetro de agua vertical!



Después de un maratónico proyecto laboral y luego de habernos paseado por diferentes locaciones, escogimos, Gerald y yo, desconectarnos del mundo e ir a conocer el maravilloso Salto Angel durante el puente del 12 de Octubre. Esta vez, y a diferencia de muchos viajes anteriores, me preparé con algo más de tiempo pues era la primera vez en la que planificaba un viaje de este tipo para Gerald. 

Todo los utensilios estaban empacados en los morrales y cada cosa estaba bien resguardada contra el agua, aunque nunca es mucho cuando se empaca para este tipo de viajes, sólo faltaba partir a nuestro destino. 


Y así fue como el 12 de Octubre a las 4:00 de la mañana empezó nuestro viaje para Canaima. Para llegar tomamos dos vuelos, el primero de Maiquetía a Puerto Ordaz, un vuelo común y corriente de 45 minutos, y el segundo en una avioneta de 6 puestos de Puerto Ordaz a Canaima.  
Este último vuelo es un espectáculo que permite ver desde la altura a la ciudad de Puerto Ordaz, la represa de Caruachi, la inmensidad del Caroní y la belleza de la sabana/selva del parque Canaima, para cerrar, justo antes del aterrizaje, con la belleza del Salto el Sapo y la Laguna de Canaima y sus saltos Hacha, Wadaima, Golondrina y Ucaima.



Una vez en Canaima conocimos a nuestro guía David quién estuvo encargado de todos los detalles para luego tomar el transporte al campamento. La primera sorpresa fue oír la amabilidad de nuestro guía quién nos informó que el itinerario planificado había sido totalmente modificado, la razón, la noche anterior a nuestra llegada había caído un palo de agua y el nivel del río había subido por lo que había que aprovechar la fortuna del río crecido. La segunda sorpresa fue la ubicación del campamento, pues el Campamento Ucaima, es el único que, en vez de quedar a orillas de la laguna de Canaima, como todos los demás, este queda arriba, como a 10 minutos en curiara de donde están los saltos de agua. Esta ubicación le permite a Ucaima ser el  único que te permite observar la majestuosidad de los tepuyes kürün (zamuro), Küsary (venado) y Kürawaina (bromelia) que lucen como tres majestuosos eternos que se muestran cercanos para el deleite y lejanos para su exploración.



La tercera grata sorpresa fue que al llegar al campamento, nos recibieron con un collar artesanal y un coctel de bienvenida. Esta última sorpresa sólo la había recibido en hoteles turísticos fuera de mi país (Filipinas específicamente) y fue un orgullo y un honor recibir en Venezuela este gesto pues simbólicamente representa mucho, sobre todo para el fomento del turismo en el que se agradece y valora este tipo de detalles.

Nos tomamos nuestros cocteles y empezamos a conocer al grupo que nos acompañaría en esta aventura con aroma a tepuyes y sabor a tricolor venezolano. El guía ya lo habíamos nombrado, David Chance, un joven nacido en la zona limítrofe entre Venezuela y Guyana y que lleva 10 años en Canaima sirviendo de guía, cocinero, cuentacuentos y amigo, que unido a nuestro gran capitán Pedro y su remero de apoyo conformaban el grupo de guías de nuestro grupo. De Puerto Ordaz nos acompañaron Eorys y Daniel quienes siempre estuvieron en la proa de la curiara, como los pioneros en la mayoría de los viajes. de Caracas nos acompañaban Pina en compañía de su hijo al que le cambiamos tanto el nombre que ya no sé cuál es el verdadero. También de Caracas nos acompañaba Victor, un gran amigo de Pina quien tenía muchos años fuera de Venezuela y de alguna manera imagino que este viaje fue una especie de reencuentro con su país. Igualmente de Caracas, nos acompañaron Claudia y su niña Isabella, la consentida del viaje. De Maracay Eduardo y su esposa, quienes se transformaron en poco tiempo en los tíos adoptivos de Isabella. Por supuesto a este grupo nos uníamos Gerald y yo.

La historia de cada personaje de este relato, su pasado, su día a día y las razones del por qué estábamos allí, de seguro eran distintas , pero por alguna razón, todos coincidimos y nos juntamos sin buscarlo así, para  conocer un ícono de nuestra hermosa Venezuela.

Y así fue como después presentados y sin retener todavía los nombres de cada uno, emprendimos el viaje al salto Angel, todos montados en la curiara, con el sol iluminando el camino, carrao arriba y con las expectativas a millón.

La primera parada la hicimos para hacer una caminata de una media hora (a paso de David serían 10 minutos y al nuestro serían 45). La idea de esta caminata era evitar que nos expusiéramos a uno de los rápidos más fuertes del rio Carrao y evitar así cualquier accidente. Esta caminata quedó adornada por lo hermoso del paisaje de sabana y por dejar a nuestro lado los tepuyes Kürün, Küsary y Kürawaina, además de agregar a otro gigante en la ruta, el topochi.

Al final del camino no esperaba nuestro capitán de nuevo en la embarcación, nos montamos y seguimos nuestro viaje a la siguiente parada que sería para almorzar: El pozo de los deseos, unos rápidos formados por un río afluente al Carrao. Arrancamos la navegación y al llegar, el sitio estaba literalmente colapsado. Me encontraba en uno de esos momentos en los que decimos que tenemos sentimientos encontrados, pues me parecía magnífico que muchas personas hayan elegido ir al Salto Angel y conocer este fantástico lugar pero al mismo tiempo sentía que la cantidad de gente representaba, de alguna u otra manera, una carga contaminante muy fuerte para tan delicado ecosistema. 

La sensación fue extraña pues unas razones motivaban mi alegría , mientras que la otra motivaba mi preocupación por la preservación de este espacio único en el mundo.

Definitivo, mucha  gente, prendimos el motor rumbo a la isla orquídea para almorzar allá y navegamos una media hora más hasta llegar al destino. Mientras nuestros guías coordinaban el almuerzo, pocos se resistieron al llamado del río para probar un baño. El agua del Carrao nos recibió helada y como siempre con su acostumbrado color “nestea” o papelón para ponerlo en criollo. Bañados y comidos, nos montamos en nuestra nave para seguir remontando el Carrao con rumbo al cañón del diablo y seguir la travesía remontando el río Churum, no sin antes admirar el Wei Tepuy (el tepuy del sol) como un abreboca para lo que nos aguardaba río arriba. (Antes de seguir la historia, quisiera que supieran el por qué el nombre de este tepuy. La historia cuenta que esta etnia consideraba que el sól nacía de este tepuy que tiene una forma y una ubicación que, bajo cierto ángulo de vista, hace percibir que el sol sale justo por el medio de él, haciendo naturalmente la escogencia de su nombre).

Al pasar al río Churum el cauce del río se estrecha y el Auyan Tepuy empieza a mostrar sus zonas más imponentes, murallas del tamaño de gigantes de millones de años rodeados de una abundante vegetación y acompañado de muchas cascadas sin nombre que adornan aún más las paredes del tepuy. (De acuerdo a lo que nos contaron, las caídas de agua que no son constantes, no se les colocan nombre, sólo los saltos que siempre tienen agua son lo que la etnia pemón les otorga un nombre).
El río Churum empieza a serpentear, dejando a veces a nuestras espaldas las grandes paredes para luego volverlas a ver de frente. Al principio este serpenteo te hace creer que son unos cuantos cientos de tepuyes uno al lado del otro, pero cuando comprendes que cada uno, no es  más que el pedazo del tepuy que se muestra desde el punto en el que estás del río, te das cuenta de lo inmenso que es este gigante milenario


Dolor en las nachas, incomodidad, hora del burro y ya un poco cansados del reducido espacio de la curiara, los ánimos del grupo estaban como bajitos y como para mejorarlo, empezó el palo de agua, hora de montarnos los impermeables, proteger las cámaras y esperar que fuese una lluvia pasajera… pasajera fue, es decir se instaló encima de nosotros y se convirtió en otra pasajera de la curiara jejeje. El frío se hizo más intenso pero poco a poco dejó de llover y justo a tiempo salió el sol radiante. En una curva  a la derecha David nos grita…. Ey! Ahí está, admiren el chorrito de agua que parece que lo abrieron! Frente a nosotros el imponente Salto Angel  que se dejaba ver completo. El espectáculo era tal que tuvimos que parar la navegación para poder tomar las fotos por no menos de 10 minutos. Lo que teníamos al frente era por lo que habíamos venido y aún este siendo el espectáculo principal, el secundario era nuestras caras de asombro y admiración ante tan espectacular obra de arte natural.





Ante nosotros un salto imposible, sólo imaginado por el arquitecto de este mundo, que luce perfecto ante nuestros ojos asombrados, el agua está como detenida en el tiempo, flota y no se mueve, una foto pintada justo frente a nosotros que renovó las energías del grupo.

En lengua local, el nombre de este salto es Kerepacupay Vena, algunos también lo llaman  Kerepacupay Meru pero la palabra Merú (que significa salto) se utiliza más en los nombres de otros saltos y no en este rey de reyes (no conozco el motivo). Su nombre significa Salto que viene de lo más profundo y su imponente presencia es indescriptible. De su altura hay muchos números pero en este viaje aprendí algo que desconocía: todos sabemos que es la caída de agua más alta del mundo y ronda los 979m de altura, lo que no sabía es que estos 979m sólo hacen referencia a la parte del salto que es de caída líquida o ininterrumpida, es decir que el salto es más alto aún, sólo que desde que sale de lo más alto del tepuy, primero pega con una piedra inmensa en medio de la caída y de allí cae de manera ininterrumpida hasta el suelo. De acuerdo a lo que nos comentaba David, la altura total representa 1.050 metros, poco más de un Kilómetro vertical de belleza absoluta y única.

Llegamos a tierra firme, al campamento justo frente al Salto y aprovechamos lo que nos quedaba de luz para fotografiar al protagonista, al sueño cumplido de algunos, al retorno de otros, al indescriptible kerepacupay vená que nos dejó boquiabiertos aun después de las miles de fotografías.

Sueño cumplido, logré llevar a mi Gerald a este mágico lugar.  Pero aquí no terminaba el viaje, apenas era el inicio. Aún nos faltaba acercarnos más al Kerepacupay para verlo desde su mirador, para bañarnos en sus aguas y para llenarnos de la energía que caería sobre nosotros en forma de manto de agua.... Eso sucedería al día siguiente de este hermoso viaje y puede que en algún otro momento suceda que les cuente esa historia…..