Se acababan mis
vacaciones decembrinas, el 12 de enero debía reincorporarme y aunque
pasé unas felices fiestas en compañía de mi familia, necesitaba uno de esos
espacios de soledad previo a mi “vuelta a la rutina”. Ese viernes mi hija iba a
cuidarla su preciosa abuela porque aún no arrancaba la guardería y mi esposa
debía trabajar… Viernes sin planes y sin gente que se anotara al plan, son el tipo de variables que te hacen decidir
no hacer nada pero, contra todo pronóstico yo estaba decidido a hacer algo.
Me vestí de jean
y franela pero además armé un morral con un short ya que sin un plan claro
tampoco estaba seguro de si tenía la vestimenta adecuada para la ocasión. Una
arepa envuelta en papel aluminio, un pote de agua y directo a la “kimoneta”
para decidir qué hacer.
La primera idea
que pasó por mi cabeza fue irme a Higuerote y echarme el primer baño de mar del
2015, sin embargo no estaba convencido… Ir más allá era rodar mucho y conocer
poco, pero aún no daba con la idea de qué lugar podría convertirse en destino.
Subiendo hacia
la cota mil, en vez de tomar hacia el este, tomé por “error” hacia el oeste y
en vez de corregir el rumbo terminé decidiendo que subir a Galipán sería una
opción, al menos como primer lugar a visitar del día. Destino fijado, ya había
rumbo, así que empezó el viaje hacia Galipán,
cargado de verde alrededor y acompañado de esa neblina que caracteriza nuestro
hermosos Ávila cuando el día esta lluvioso.
Para los
caraqueños esta ruta es muy conocida, bien porque la usan para entrenar o bien
porque la usan para subir a Galipán con carro propio o a través de los jeeps
que prestan el servicio de llevarte y traerte. La ruta desde hace mucho dejó de
ser de tierra y ahora un camino de cemento te lleva por la montaña, haciendo
que no haya mayor dificultad en el camino, pero el cuál debe ser recorrido con
4x4 para evitar cualquier riesgo. Una ruta fascinante, en la que, si de verdad
te sumerges, puedes desconectarte en poco tiempo de la ciudad, sin haberte
alejado de ella.
Al llegar arriba,
una bifurcación frente a mi ayudó a aclarar la ruta que seguiría. A la derecha,
la ruta para el pueblo de Galipán, lugar cargado de flores, mermeladas, galletas,
sándwiches de pernil, paseos a caballo y su frío característico. A la izquierda
y en picada, una ruta que no conocía y que lleva a la Guaira desde Galipán.
Entre lo conocido y lo desconocido me decidí por lo segundo, así que ahora
montaña abajo empezaba mi viaje (no sin antes tomarme al menos un chocolatico
caliente en el merendero que está en plena bifurcación).
Empezando a
bajar, noto que la ruta es muy parecida a la subida de Caracas a Galipán pero,
al menos en mi percepción, es un poco más empinada, es un poco más angosta y tiene curvas un poco más cerradas, aunque
esto no la hace más difícil, siempre que le des el merecido respeto a que estás
conduciendo y que debes ir con precaución.
Luego de algunos
kilómetros de bajada, la neblina se va esparciendo y el verde bosque del Ávila me
deja algunos espacios para disfrutar de paisajes azules en los que la naturaleza
juega con tu mente y no sabes si lo que ves es cielo o mar.
Esta ruta en la
que el destino es la costa, termina atrapando tu mirada en esa dirección, pero
no deja de ser un espectáculo el aprovechar alguna de las curvas cerradas y
volver la irada hacia la montaña y disfrutar el paisaje que vas dejando detrás
que, a pesar de ser diametralmente opuesto al paisaje costeño, no deja de ser
igual de bonito e imponente.
Ya manejando por
la costa y habiendo dejado atrás la ruta por nuestro Ávila, me permito
regalarme un auto agradecimiento por haber metido el short y sigo mi camino hacia
alguna de las playas de la costa de Vargas en la que terminé disfrutando del
primer bañito de playa del 2015.
Este viaje no
tuvo una gran dificultad, ni proezas importantes en términos deportivos, ni
rutas exóticas típicas de nuestro país, pero si tiene varios componentes que a
mí me hicieron disfrutarlo y también compartirlo con ustedes:
Los errores son parte del camino y el aprendizaje también: Haberme equivocado en la ruta trajo como consecuencia un destino
real que antes del error no era claro. Los errores no son malos, pues todos nos
equivocamos, lo malo es no aprender de ellos ni corregir el rumbo después del
error.
Una bifurcación no es un problema, una indecisión si
lo es: Ante una bifurcación, se espera de ti una
decisión y lo peor que puedes hacer es quedarte inmóvil en medio de ella sin
decidir cuál es el camino que vas a tomar. No digo que sea fácil, sólo digo que
debes tomarla, y si necesitas un chocolatico caliente para ayudarte a decidir,
entonces haz la pausa, disfruta el corto momento y luego decide.
Avanza hacia tu meta pero nunca olvides lo que has
recorrido: Hay quienes piensan que la victoria se
alcanza al llegar a tu meta, a la cima, al objetivo, pero eso es sólo un punto
del largo recorrido que has hecho, y eso es lo que genera la experiencia y el
aprendizaje, incluso en los casos en los que no llegas al objetivo a pesar de
haber recorrido parte del camino. No dejes de apreciar lo que ya has vivido,
porque recordarlo al ver hacia atrás, te permite recordar de dónde vienes,
cuánto has vivido y cuánto has dejado atrás, lo que puede convertirse en
vitaminas para continuar con lo que te falta para llegar a tu meta.
Cada viaje es un
camino y cada camino es un viaje, no dejes de caminar, no dejes de viajar, pero
sobre todas las cosas no dejes de disfrutar lo que sucede en cada viaje, lo que
te pasa en el camino, lo que te deja la ruta. Esas cosas que en principio te
pueden parecer pequeñas, son las que te terminan dejando lecciones de vida…