domingo, 2 de septiembre de 2012

De Galipán a la Guaira en un vuelo



Recuerdan que les dije que después del paracaidismo iba a probar con el parapente? Pues así fue. Viendo que el tema de la caída libre no era algo que fuese a vivir en el corto plazo en la escuela de San Juan de los Morros y sabiendo que el planear en el paracaídas me gustaba pero duraba poco, me puse a averiguar acerca del parapente. Hasta donde sabía, el Jarillo era el sitio por excelencia, o por renombre, pero no es el único, de hecho me sorprendí de la cantidad de personas/escuelas que ofrecen este servicio.

De todas las opciones me decidí por la que más me llamó la atención. El vuelo sería en tándem y partía desde el picacho de Galipán y terminaba en la Guaira. La ruta me gustaba porque me parecía que podía ser un vuelo largo y eso era justo lo que quería explorar, sin embargo había otra razón… Normalmente cuando visitas Galipán, si hay buen clima, la vista hacia la Guaira es una belleza, no sabes donde el azul del cielo termina y empieza el mar. Tener la oportunidad de sobrevolar esa vista fue algo que me enamoró desde que supe que podía “parapentearla”.

Llegó el día, el punto de encuentro era el estacionamiento del hotel Ávila. De allí unos Jeeps nos subirían a Galipán y de allí caminar al picacho con los parapentes al hombro. Llegamos al picacho y disfrutamos de ver el amanecer desde allá arriba. Ver los colores del amanecer detrás del simbólico hotel Humboldt es algo difícil de describir, sobre todo porque a medida que el amanecer avanza, el color del cielo va cambiando desde rosados hasta azules, definitivamente, todo un espectáculo.

El maestro de vuelo veía constantemente hacia una parte del Ávila, esperando que las nubes bajaran como una cascada, según entiendo, este viento que mueve las nubes de la cara sur del Ávila, a la cara norte, es el viento que estábamos esperando, así que ya era hora, desplegamos el parapente en el piso, revisamos los vientos del parapente, y nos instalamos frente a la “pista”.





Al verme frente a la pista mi comentario fue: pana, y el barranco no está como muy cerca? La respuesta fue: sí por eso tenemos que correr durísimo.

Mientras esperábamos el momento oportuno, el maestro de vuelo me explicaba que además que el tramo para correr era muy corto, el barranco era bastante pronunciado, por lo que si no agarrábamos vuelo nos podíamos dar un buen “bollo”, además que después desenredar el parapente era un soberano fastidio. El mensaje era claro, aquí hay que correr como Bolt en las olimpiadas. Llegó el momento y en efecto la corrida fue tal, que aún cuando nos elevamos del suelo yo seguía corriendo en el aire.

Y así empezó el vuelo, paseamos por gran parte de la cara sur del Ávila en camino a la Guaira. Incluso podía ver desde arriba lo poco que queda de las estaciones de aquella idea de teleférico que subiera al Ávila desde la Guaira. El vuelo iba a durar de 45 min a 1 hora, sin embargo algunas piruetas redujeron ese tiempo. Mientras volábamos, le comenté al maestro de vuelo que ya había hecho paracaidismo y que una de las cosas que me gustaba era hacer radicales (el radical consiste en colapsar una de las alas del paracaídas/parapente, lo que hace que puedas hacer unos giros en forma de remolino). El maestro de vuelo me dijo que si los radicales en un paracaídas me habían parecido buenos, tenía que probarlos en parapente y así fue, aunque sacrificaba minutos de vuelo, quería ver que tal eran los radicales en un parapente.

Debido a que el ala del parapente es mucho más grande, para hacer radicales primero había que pendular, es decir, colapsar primero un ala y luego el otra de manera repetitiva. Esto nos permitía subir cada vez más nuestra posición con respecto al suelo y cuando ya estábamos casi a 90 grados, zas! Colapsamos el ala y empezamos a girar haciendo movimientos cual remolinos y con única referencia el Ávila. Cada vez que veía la montaña sabía que había dado una vuelta completa y la vi como 6 veces.

Hicimos un par de estos radicales y después de disfrutar de la adrenalina, nos acercamos al mar, de hecho volamos unos cuantos metros hacia el mar para luego devolvernos buscando el sitio de aterrizaje. Avistado el sitio nos dirigimos al punto y piernas arriba para aterrizar como quien se barre para quedar quieto en 3era base.

Fuimos el primer equipo en volar y el primero en aterrizar, así que mientras esperábamos al resto de los parapentistas, me dio tiempo de comerme unas empanadas playeras y un buen cafecito recién “colao”.

Complacido con el vuelo y con el desayuno, y luego de agradecer la oportunidad al maestro de vuelo, nos pusimos a hablar un poco de este deporte mientras esperábamos los jeeps que nos regresarían a Caracas con una última sorpresa. Para cerrar la aventura, el regreso lo hicimos por el Ávila, haciendo la respectiva parada en Galipán, disfrutar un rato de este pueblo y sus colores.

Como cada una de mis experiencias, esta fue única y aunque creía que podría compararlas, al final nunca pude, cada deporte me dejó una experiencia y un aprendizaje, cada vuelo fue distinto y en cada uno las emociones fueron diferentes. Lo que sí me dejaron los radicales en parapente que no habían hecho los del paracaídas… un dolor de abdominales importante jejeje.

Fotos tomadas durante mi vuelo en parapente desde el picacho de Galipán el 11 de enero del 2007


2 comentarios:

  1. Excelente la foto de las cascadas de nubes. Realmente bella. Muy buena experiencia. Una vez pence en comprarme un ala ya que el deporte me llama la atención. Quien sabe si nos animamos e incursionamos más en este mundo.

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  2. Pero esa incursión bien hecha... no como la historia de un pana mío que terminó en un arbol y con la rodilla golpeada.... jejeje

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