jueves, 30 de agosto de 2012

Saltar o volar?



Hay quienes dicen que el volar es algo que odias o amas desde la primera vez.  En mi caso no estoy claro de si fue amor u odio a primera vista.


En el año 2006 nos dio por aventurarnos por los aires. Nuestra primera idea fue probar el paracaidismo, así que nos fuimos a la escuela que queda (o quedaba, no lo sé) en san Juan de los Morros para disfrutar de esta aventura. Nos imaginábamos que llegaríamos a San Juan, que nos darían una charla de un par de horas y que disfrutaríamos de un salto tándem (salto en el que un maestro de vuelo salta contigo compartiendo el paracaídas, de manera que es él quien controla toda la situación), sin embargo, al llegar a la escuela, nos damos cuenta que la charla era de unas 5 horas y que el salto era en solitario. Se podrán imaginar la cara de todos nosotros al oír lo que nos tocaba vivir.

Después del entrenamiento y de pasar unas cuantas horas en práctica continua, Henry, German y yo estábamos “listos” para saltar. A golpe de 4:00 pm nos tocó montarnos en la avioneta y la cosa empezó a hacerse cada vez más complicada. Llegamos a los 4.000 pies de altura (unos 1200 mts) y resulta que abren la puerta de la avioneta. El primero que le toca saltar es a Germán y pues Henry y yo sólo veíamos a nuestro amigo acercarse peligrosamente a la puerta abierta de una avioneta, para luego guindarse del ala de la misma. De repente vemos que se resbala y zas! desaparece en menos de 2 segundos. Por mi mente sólo pasó una frase: Qué demonios hago yo aquí?

Llega el turno de Henry y a él le va mejor pues no se resbaló pero esta vez yo sólo miré de reojo. Cierran la puerta de la avioneta para estar más seguros y planificar el siguiente salto, pero al verme sólo con los maestros de salto, la conclusión era simple, me tocaba saltar!

Me coloco al lado de la puerta de la avioneta y frente a mi estaba el maestro de vuelo. Lo primero que sucede, se abre la puerta y el frío del aire del exterior aumenta el miedo y la adrenalina. El maestro pregunta: Listo para saltar? A lo que respondo: Listo (si, claro), en este momento me debo asomar a la puerta y dejar mis piernas al aire, fuera de la avioneta. Me dije a mi mismo, no veas hacia abajo, seguro será peor. Yo pensaba que eso sería difícil pero era sólo el principio. 

Frente a mí había un par de escalones tan anchos como el ancho de mi zapato. Ahora debía colocar mis pies en los escalones y mis manos en el tubo que sostiene el ala del cuerpo de la avioneta. Luego de estar sostenido debía levantarme, y sacar todo mi cuerpo de la nave. El siguiente paso era ir avanzando hacia el borde externo del ala y quedar literalmente guindado del ala de la avioneta solo con mis manos, pues mis pies debían quedar totalmente en el aire. A mi lado estaba el maestro de vuelo y lo único que me dijo fue GO!. Era el momento de soltarme. Lo pensé y tal vez pasaron 3 segundos pero para mí fue una eternidad. El maestro me repitió GO! Y no quedó de otra, me solté!

De acuerdo a lo que habíamos practicado: En este momento debía colocar mis pies lo más atrás posible, al igual que mis manos para provocar que mi cuerpo tuviese el mismo comportamiento que una hoja al caer de un árbol. Estando en esta posición debía contar hasta 5, viendo hacia la avioneta, para luego chequear que mi paracaídas hubiese abierto. Durante la mirada hacia la avioneta debía ver a mi maestro para recibir la evaluación de mi salto con una de las siguientes opciones: Sin señas, el salto fue de malo a regular, un pulgar, el salto fue de regular a bueno y dos pulgares, el salto fue impecable.

Lo que pasó en realidad: En efecto puse mis manos y pies de acuerdo a lo que me explicaron pero sólo recuerdo haber contado hasta dos, mientras veía como la avioneta se alejaba de mí y de repente, un sonido como cuando agitas una bolsa para llenarla de aire. Mi caída se ve frenada y en este momento pareciera que vuelvo a tomar consciencia de lo que pasa. Tomo el paracaídas tal y como me explicaron y empiezo a seguir las instrucciones que oigo a través del radio. Me doy cuenta que estoy volando!

El vuelo fue una sensación genial, me permite aprender un poco acerca de cómo maniobrar con el paracaídas y me orientan acerca de lo que debo hacer para llegar al punto de aterrizaje, no sin antes practicar algunas piruetas que me permiten disfrutar aun más el momento. A todas estas me doy cuenta que nunca supe nada acerca de los benditos pulgares. Doy la vuelta para tener el viento de frente, utilizo los frenos y aterrizo como si hubiese saltado 100 veces, aterrizaje perfecto.

Terminado el salto me hacen una evaluación que consistía en contarle a mi maestro de vuelo mi experiencia. Le describí algo muy parecido a lo que leyeron, explicándole que hubo un momento que no recordaba bien. Resulta que mi maestro de vuelo oyó que conté hasta 5, e incluso me hizo la señal de los dos pulgares, pero yo no sabía si contentarme o preocuparme por no recordarlo. Me explicó que tuve un blanco, al parecer el término refiere a que no recuerdas ciertos momentos del salto debido a la cantidad de adrenalina que se generó. Para mi alivio, es más común de lo que creía, sobre todo en principiantes.

Finalizada la evaluación, sólo quedaba celebrar. Aún con las piernas temblorosas, fuimos a pagar la novatada, cada primerizo debía comprar una caja de cervezas para el grupo. Hicimos la vaca y además de las cervezas terminamos montando una parrilla (para variar).

La experiencia de saltar la repetí un vez más en la misma escuela, incluso llegué al punto de practicar la apertura del paracaídas, sin embargo mientras más saltaba, más me daba cuenta que lo que me gustaba no era saltar, era volar. Decidí que debía probar algo diferente, un tipo de deporte cuyo objetivo fuese estar en el aire y disfrutar esa sensación parecida a la que debe sentir un ave al alzar el vuelo. Era el momento de parapentear!

Foto tomada en la pista del aeropuerto de San Juan de los Morros después de haber completado mi segundo salto, en el año 2006.

lunes, 27 de agosto de 2012

Bolívar en el Bolívar



En la semana santa del 2008, tuve la oportunidad de hacer mi primer 4000 y fue toda una experiencia (en el mundo del montañismo, hablar de un 4 mil, se refiere a que la montaña tiene más de 4000 m.s.n.m). 

La travesía fue realizada con Erik y Henry (los mismos del cuento de Puy-Puy) y el cuento de seguro lo tendré que dividir en distintos momentos, pues fue toda una semana de aventura, pasando por dos 4mil en medio.

Llegar a la base del Bolívar nos llevó varios días, saliendo de Caracas a Mérida por bus, subir el teleférico, pasar un día de aclimatación por encima de los 3000 m.s.n.m. y dormir en la base del Bolívar (timoncitos), para, al día siguiente, empezar la dura subida a este icónico pico del país.

Luego de un par de sustos por piedras sueltas, varios pegues a anclajes naturales o artificiales y una pequeña escalada a metros de la cima, nos conseguimos con una gran sorpresa (al menos para mí). Resulta que en el pico Bolívar hay un busto de nuestro libertador.

Dice la historia que en el primer ascenso, en 1935 se dejó un pequeño busto de bronce de nuestro libertador y que el mismo fue reemplazado en 1951 (un 19 de Abril) por uno de mayor tamaño y de unos 35 kilos. Este último creo que fue el que yo conocí al llegar a la cima, pues, hasta donde tengo entendido, este busto se bajó en Diciembre del 2009, se hizo un réplica y esta última fue llevada nuevamente a la cumbre en el año 2010 para volver a tener a nuestro libertador vigilante desde el punto más alto de nuestro país (otro 19 de Abril). 

Volviendo a la historia, llegamos a la cima con muy buen clima y con tiempo suficiente como para poder disfrutar de ella por al menos unos 45 minutos. Algunos hasta tenían señal y tuvieron la oportunidad de llamar por teléfono desde la cima.

Nuestra celebración fue bastante planificada, no sabíamos bien como subiríamos, tampoco sabíamos muy bien a qué nos enfrentábamos pero lo que si era seguro era cómo celebraríamos. Nos llevamos una botella de un espumante bien hecho en Venezuela, llevamos nuestra bandera tricolor y al llegar arriba, destapamos esa botella de la forma que no se debe, es decir, un descorche que asegurara la salida de mucha espuma para celebrar el momento (de acuerdo a los conocedores de vino y espumantes, destapar una botella de esta manera hace que el contenido pierda mucho de su sabor y valor).

Pues así fue, Henry se encargó del descorche y de las palabras de celebración, yo me encargué de los honores al Bolívar y Erik de algunas palabras de cierre (que lastimosamente se escuchan poco). Finalizado lo que quedaba de espumante y  la medición oficial de la altura, que a nosotros nos dio 4976 m.s.n.m., además de asegurar muchas fotos y videos que dejaran en evidencia que lo habíamos logrado, nos tocó el camino de regreso al campamento base para ahora celebrar el objetivo en una zona más segura.

Al  compartir con mis amigos en el campamento base lo tostado que estamos, me doy cuenta que haber llegado al punto más alto de Venezuela fue súper emocionante, pero no fue la mayor recompensa. Lo mejor de haber llegado al Bolívar no fueron las fotos ni los videos, ni el espumante en la cima. Lo mejor de esta cumbre fue haberla celebrado con esas personas que hoy por hoy siguen a mi lado, esas personas que más que amigos considero mis hermanos. 

Foto Tomada en la cumbre del pico Bolívar en la aventura del 2008, de fondo, nuestra siguiente cumbre, el Humboldt.

jueves, 23 de agosto de 2012

Oportunidades de Oro








Durante el año 2009 tuve la suerte de visitar Paria 2 veces. La primera vez fue en semana santa y la combinación fue perfecta, no había planes para la semana, recién me entregaban la kimoneta (la misma del cuento de la piedra del elefante), nadie se quiso unir a nuestra aventura así que terminó siendo un viaje de pareja, y hasta pudimos observar el desove de una tortuga marina.  La verdad es que ese viaje fue un espectáculo y hay tantas fotos que no sé cuál escoger para echarles ese cuento.

La segunda vez que visité Paria ese año fue para el puente del 01 de Mayo y el viaje se planificó tal y como casi siempre se planifica: y qué vamos a hacer en el puente? Como el dinero no sobraba (por qué nunca nos sobra?) y además queríamos evitar el gentío en las playas, se nos ocurrió la brillante idea de lanzarnos para Puy-Puy. Si les sonó lo de la idea brillante un tanto irónico, si, lo fue… Aquellas personas que han ido a Paria saben cuánto hay que recorrer de Caracas a Puy-Puy un viernes para devolverse un domingo.

Pues arrancamos en dos carros, Henry que se lanzó con su familia en su Montero y Erik se vino con nosotros en la kimoneta. Llegamos a Puy-Puy directo, montamos carpa, cenamos, abrimos las bebidas espirituosas, echamos cuentos y a dormir. 

El día sábado pasó de lo mejor, un típico día de playa en esa belleza de Sucre, con un cielo azul y un sol sólo para nosotros. Las frías acompañaron todo el día y a eso de las 4 de la tarde montamos lo que esperábamos todos…. Una parrilla a leña y a orilla de playa. Como queríamos darle variedad al asunto, en el camino habíamos comprado chorizos carupaneros y chorizos de Río Caribe. Según cada vendedor, los chorizos de su tierra son mejores que el de los vecinos, así que compramos de ambos lugares con la finalidad de sacar nuestras propias conclusiones. 

Finalmente la parrilla satisfizo el hambre acumulada y una vez terminada la cena, pasamos a la acostumbrada ronda de cuentos. Poco a poco cada uno fue vencido por el sueño hasta que me quedé sólo un rato frente a la playa. De seguro, la parrilla fue ese momento que todos esperábamos,  sin embargo yo esperaba este otro, acompañado sólo con la luz de la noche y el sonido del oleaje del Caribe. Son estos los momentos que me permiten callar la mente y sólo sentir lo que pasa a mi alrededor para disfrutarlo a través de mis sentidos.  Una oportunidad de oro que procuro no desperdiciar en mis encuentros con  la naturaleza. 

Minutos más tarde, el sueño llegó y me tocó levantarme para ir a la carpa. Cerré la noche, como cualquier otro campista lo haría, cerrando el cierre de la carpa, pero además con la sonrisa que te deja el haber tenido la dicha de haber vivido este momento de amigos, novia, playa, parrilla y meditación.

Foto tomada en Puy-Puy en el puente del 01 de Mayo del 2009 con Gerald, Erik y mi persona entre la oscuridad y la parrilla.

 P.S: Aunque pregunten a cualquiera de los que fuimos, ninguno podrá decirles cuál de los pueblos ganó en la producción de chorizos parrilleros