Esta
historia la escribí hace casi un año para el grupo MonteroYV. La historia es
mucho más larga pues en ese momento decidí escribir toda la aventura. Hoy tomo un extracto de ella que
espero que disfruten:
Conocido por
muchos como un ícono cercano a la ciudad de Puerto Ordaz, la Piedra del
Elefante es una roca que bajo ciertos ángulos y un poco de imaginación, emula
la cara de un elefante, siendo notorios los rasgos de sus ojos, trompa y
orejas. Se encuentra ubicada en el Estado Bolívar, a unos 10 km de la alcabala
ubicada en el km 70 de la carretera vieja de Puerto Ordaz – Ciudad Bolívar.
Debido a la
suerte de estar de visita en la ciudad de Puerto Ordaz (suerte o causalidad?) y
que Ramón estuviese trabajando en la
ciudad de Maturín, Pamela nos invitó a pasar un Domingo diferente y subir al
punto más alto del mirador de la Piedra del Elefante en nuestros vehículos 4x4.
Dos noches
antes y celebrando una parrilla entre amigos, le comenté a Aldimir, gran amigo
de infancia de aquella época en que ambos estábamos en los Scouts, acerca de la
ruta que planificaba hacer. Casualidades o no, Aldo me cuenta de su alta
experiencia y conocimiento de la zona ya que casi todos los domingos hace una visita
para practicar sus dos grandes hobbies, la fotografía y el manejo de vehículos
4x4. Sin pensarlo dos veces le dije:
Estás anotado!
Decidido el
grupo, el punto de reunión fue el Parador Turístico ubicado en el peaje de
salida de la ciudad de Puerto Ordaz. Pamela con su burrita (nombre con el que
se conoce a su camioneta), Ramón de copiloto con Pamela, Aldo en su Jeep de
construcción propia y yo en la kimoneta, dimos partida al objetivo inicial, el
punto más alto del mirador de la Piedra del Elefante.
La primera
parada fue realizada justo en el Km 70 para comprar algo de hidratación típica
de la ocasión, agua, gatorade, refresco, papelón con limón, hielo… ustedes
saben lo que siempre es necesario en estos paseos. Una vez solucionado este
problema, nos lanzamos por la carretera vieja hacia nuestro destino
La vía tiene
al menos dos entradas, entramos por la más lejana al Km 70, al parecer por
estar en mejor estado y ser más segura. Al
entrar, empezó el paseo, un camino de tierra que nos
recibe con unos charcos pequeños pero con suficiente barro como para salpicar
las camionetas hasta mitad de carrocería. Definitivamente la ruta nos ha dado
la bienvenida.
Al terminar
el camino, nos encontramos con la rampa de piedra que conduce a lo que era
nuestro objetivo inicial. La rampa se ve imponente, sobre todo para Pamela,
Ramón y mi persona, pues los tres tenemos muy poca experiencia dentro del mundo
4x4. Me imagino que cuando Aldo vio nuestra primera impresión, habrá dicho algo
como: menos mal que vine con estos novatos.
La subida
tiene una planicie/descanso y por supuesto es una parada obligatoria para las primeras
fotos y la hidratación. Después de una cerveza, digo, un juguito de papelón,
revisamos en conjunto, cuál es la estrategia que se debe seguir para tomar la
subida.
Mientras le
dábamos forma a la estrategia, nos desconcentra el ferrocarril de ferrominera
con todos los vagones y como es costumbre, según nos cuentan, el ferrocarrilero
nos saludó con su pequeña bocina.
Disfrutada
la pasada del tren, volvemos a lo nuestro. Sabiendo que Aldimir es el más
experimentado del equipo, pero sin radio en su vehículo, nos da los últimos consejos
para realizar la subida y se lanza como pionero hasta la cima.
La subida no
se ve tan empinada pero como dice por ahí, una cosa es ver el camino y otra es
recorrerlo. Aldimir llega a la cima y desde arriba nos hizo señas para que
empezara a subir el segundo vehículo. Por alguna razón que aún no recuerdo me
tocó a mí la subida. Conecto el ipod, selecciono mi lista de música preferida,
meto la mocha y arranco. De repente el horizonte cambia, al tomar la rampa,
frente a la kimoneta deja de verse el suelo y empiezo a ver más y más el azul
del cielo. La inclinación aumenta, los latidos y la adrenalina también, en
algunos momentos hasta pienso en soltar el acelerador por el temor de no ver el
piso pero gracias a un: dale, dale, dale, constante de Aldimir, sigo guiado más
por la voz de mi amigo que por convicción propia. La inclinación empieza a disminuir, veo la
roca de nuevo y a unos metros de mi, Aldo me dice… Bien hecho!
Esta fue mi
primera cima en carro, nunca había hecho algo como esto y la verdad es que,
como en cada cima, el estar arriba se disfruta por varias razones, la primera
es la inmediata, el hecho de haberla conseguido, pero al estar arriba y
compartir con el grupo, te das cuenta que disfrutas el poder contar la historia,
el poder compartir con el equipo lo que hiciste y lo que no y el poder oir el
cómo lo lograron los demás. Te das cuenta que cada uno lo hizo a su manera, con
más o con menos, por una vía o por otra pero todos utilizando el sentimiento y
la voluntad más que la razón y la lógica. Sientes tus temores y cansancios,
pero sigues el instinto que te dice que arriba está lo que buscas.
Una vez
arriba, celebramos con otros “jugos de papelón”, admiramos la vista y nos
sentamos plácidamente a celebrar lo que hemos conquistado!
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