viernes, 10 de agosto de 2012

Subir la Piedra del Elefante



Esta historia la escribí hace casi un año para el grupo MonteroYV. La historia es mucho más larga pues en ese momento decidí escribir toda la  aventura. Hoy tomo un extracto de ella que espero que disfruten:

Conocido por muchos como un ícono cercano a la ciudad de Puerto Ordaz, la Piedra del Elefante es una roca que bajo ciertos ángulos y un poco de imaginación, emula la cara de un elefante, siendo notorios los rasgos de sus ojos, trompa y orejas. Se encuentra ubicada en el Estado Bolívar, a unos 10 km de la alcabala ubicada en el km 70 de la carretera vieja de Puerto Ordaz – Ciudad Bolívar.

Debido a la suerte de estar de visita en la ciudad de Puerto Ordaz (suerte o causalidad?) y  que Ramón estuviese trabajando en la ciudad de Maturín, Pamela nos invitó a pasar un Domingo diferente y subir al punto más alto del mirador de la Piedra del Elefante en nuestros vehículos 4x4.

Dos noches antes y celebrando una parrilla entre amigos, le comenté a Aldimir, gran amigo de infancia de aquella época en que ambos estábamos en los Scouts, acerca de la ruta que planificaba hacer. Casualidades o no, Aldo me cuenta de su alta experiencia y conocimiento de la zona ya que casi todos los domingos hace una visita para practicar sus dos grandes hobbies, la fotografía y el manejo de vehículos 4x4.  Sin pensarlo dos veces le dije: Estás anotado!

Decidido el grupo, el punto de reunión fue el Parador Turístico ubicado en el peaje de salida de la ciudad de Puerto Ordaz. Pamela con su burrita (nombre con el que se conoce a su camioneta), Ramón de copiloto con Pamela, Aldo en su Jeep de construcción propia y yo en la kimoneta, dimos partida al objetivo inicial, el punto más alto del mirador de la Piedra del Elefante.

La primera parada fue realizada justo en el Km 70 para comprar algo de hidratación típica de la ocasión, agua, gatorade, refresco, papelón con limón, hielo… ustedes saben lo que siempre es necesario en estos paseos. Una vez solucionado este problema, nos lanzamos por la carretera vieja hacia nuestro destino

La vía tiene al menos dos entradas, entramos por la más lejana al Km 70, al parecer por estar en mejor estado y ser más segura.  Al entrar, empezó el paseo, un camino de tierra que nos recibe con unos charcos pequeños pero con suficiente barro como para salpicar las camionetas hasta mitad de carrocería. Definitivamente la ruta nos ha dado la bienvenida.

Al terminar el camino, nos encontramos con la rampa de piedra que conduce a lo que era nuestro objetivo inicial. La rampa se ve imponente, sobre todo para Pamela, Ramón y mi persona, pues los tres tenemos muy poca experiencia dentro del mundo 4x4. Me imagino que cuando Aldo vio nuestra primera impresión, habrá dicho algo como: menos mal que vine con estos novatos.

 
La subida tiene una planicie/descanso y por supuesto es una parada obligatoria para las primeras fotos y la hidratación. Después de una cerveza, digo, un juguito de papelón, revisamos en conjunto, cuál es la estrategia que se debe seguir para tomar la subida. 

 
Mientras le dábamos forma a la estrategia, nos desconcentra el ferrocarril de ferrominera con todos los vagones y como es costumbre, según nos cuentan, el ferrocarrilero nos saludó con su pequeña bocina.

Disfrutada la pasada del tren, volvemos a lo nuestro. Sabiendo que Aldimir es el más experimentado del equipo, pero sin radio en su vehículo, nos da los últimos consejos para realizar la subida y se lanza como pionero hasta la cima.

La subida no se ve tan empinada pero como dice por ahí, una cosa es ver el camino y otra es recorrerlo. Aldimir llega a la cima y desde arriba nos hizo señas para que empezara a subir el segundo vehículo. Por alguna razón que aún no recuerdo me tocó a mí la subida. Conecto el ipod, selecciono mi lista de música preferida, meto la mocha y arranco. De repente el horizonte cambia, al tomar la rampa, frente a la kimoneta deja de verse el suelo y empiezo a ver más y más el azul del cielo. La inclinación aumenta, los latidos y la adrenalina también, en algunos momentos hasta pienso en soltar el acelerador por el temor de no ver el piso pero gracias a un: dale, dale, dale, constante de Aldimir, sigo guiado más por la voz de mi amigo que por convicción propia.  La inclinación empieza a disminuir, veo la roca de nuevo y a unos metros de mi, Aldo me dice… Bien hecho!

Esta fue mi primera cima en carro, nunca había hecho algo como esto y la verdad es que, como en cada cima, el estar arriba se disfruta por varias razones, la primera es la inmediata, el hecho de haberla conseguido, pero al estar arriba y compartir con el grupo, te das cuenta que disfrutas el poder contar la historia, el poder compartir con el equipo lo que hiciste y lo que no y el poder oir el cómo lo lograron los demás. Te das cuenta que cada uno lo hizo a su manera, con más o con menos, por una vía o por otra pero todos utilizando el sentimiento y la voluntad más que la razón y la lógica. Sientes tus temores y cansancios, pero sigues el instinto que te dice que arriba está lo que buscas.

Una vez arriba, celebramos con otros “jugos de papelón”, admiramos la vista y nos sentamos plácidamente a celebrar lo que hemos conquistado!

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