jueves, 20 de septiembre de 2012

En el mar, la vida es más sabrosa!



Hace varios años atrás conocí a quien considero la eminencia en el mundo del Kayak, a su majestad Aramis Mateo. 

Aramis, en tierra es como cualquier otro venezolano optimista, que está empeñado en creer que en este país todos alcanzaremos nuestros sueños, al punto que tiene su propia empresa, Biotrek y ofrece en ella un sinfín de rutas para conocer nuestro país de una manera distinta, a través de sus ríos, lagos, lagunas y sobre todo a través de nuestro hermoso mar Caribe. En mar no sé qué pasa, pero el optimismo se le multiplica a tal punto que ha recorrido la costa venezolana completamente y de manera continua en al menos dos ocasiones, en el 2010 en el reto a la costa, en dónde pasó 63 días navegando desde Sucre hasta el Zulia y en el 2011 cuando hizo el reto a las islas en el que, saliendo de Río Caribe, fue tocando día a día todas y cada una de las islas de Venezuela (Los testigos, Los Frailes, Margarita, Coche, Cubagua, La Blanquilla, La Tortuga, La orchila, Los Roques, Las aves y Los Monjes) y algunas internacionales (Curazao y Aruba)

Después de conocerlo, hice con él varios viajes cortos en kayak que por una razón u otra terminaban desviándose y nunca llegaron a su meta, pero que me permitieron conocer este entretenido pero duro deporte. Y así fue como un día me dejé convencer por Aramis de que yo estaba listo para ir a hacer Kayak en la Tortuga.

En Junio del 2009, nos lanzamos bien temprano para el puerto de Higuerote donde nos esperaba el yate que nos llevaría desde allí hasta el conjunto de islas que conforman la tortuga. El viaje fue como de 3 horas y lo que hice fue dormir, hasta que sentí que la velocidad del yate se redujo y alguien gritó… llegamos??? Me asomé y ya veía tierra, además de un mar azul espectacular. 

Desembarcamos y bajamos del yate los kayaks en Punta Arenas, empezamos con la repartición… Cada quien fue armando a su gusto el kayak pero siempre siguiendo las recomendaciones e instrucciones de Aramis. Una hora después, a golpe de 11, empezamos la travesía que consistía en navegar de suroeste a noreste por toda la costa de la isla más grande (creo que se llama Tortuguillo Norte) de las que conforman la Tortuga, desde Punta Arenas hasta Punta del Gato. La verdad es que no sé cuanto remé en kilómetro o millas náuticas, lo que sí sé es que ya para ese momento estaba “reventao”. 

Al llegar a Punta del Gato, pensé que la odisea del primer día había terminado, aunque la playa estaba desolada y no era nada atractiva pero bueno, de seguro en alguna parte de tan inmensa isla, habría un  rincón bonito donde acampar. También me extrañaba que el yate de apoyo no se viera por ninguna parte. Ahí fue que me di cuenta que esto era sólo un descanso, pues el campamento no se encontraba en esa isla sino en el cayo herradura, un cayo que estaba al frente de dónde estábamos y aún se veía distante.

Para llegar a cayo herradura hay que navegar en mar abierto y con corrientes de agua y de viento a las que no nos habíamos enfrentado durante nuestro primer tramo (estábamos protegidos por la isla). Lo bueno es que en una punta de cayo herradura hay un faro y la orden fue, navega hacia el faro siempre, pues el viento y la corriente se empeñaran en sacarte de esa ruta. El balance entre mi terquedad en navegar hacia el faro y las fuerzas del viento y el mar chocándome lateralmente y desviándome de mi meta fue lo que permitió terminar justo frente al campamento que no quedaba ni cerca del faro al que apuntaba.

Así fue como llegué al cayo, donde me sorprendió ver tan lujosas y enormes embarcaciones, una al lado de la otra disfrutando de un día de playa como cualquier otro. Intentar comparar el tamaño de esas embarcaciones con el tamaño del kayak era una especie de chiste irónico en el que el kayak siempre salía perdiendo, no importa cuál comparación hicieras. Más tarde me di cuenta que los dueños o residentes temporales de esos yates estaban tan impresionados de mi embarcación como yo de la de ellos, pues no se imaginaban como alguien estaba tan demente como para navegar a punta de brazo y remo por la tortuga. Se notaba que no sabían de los planes de Aramis para el 2010 y el 2011.


Al llegar al sitio del campamento, salí del kayak me quité el equipo y me eché un chapuzón para disfrutar la belleza de tan espectacular lugar. Mientras me bañaba cayó el atardecer y aproveché el momento para algunas fotos que permitiera capturar tanta belleza venezolana junta.


El campamento ya estaba montado así que tocó cambiarse para luego compartir la experiencia con los que habían llegado en yate y hasta algunos pescadores. Nos sentamos cuál familia grande “kayakistas” y pescadores a disfrutar de las historias y anécdotas de tan pintoresco lugar. El ron, los cuentos y el pescado frito se unieron de la manera perfecta, hasta que el mareo de tierra (o la ebriedad) me señalaba que era momento de ir a dormir. Justo antes de entrar a la carpa, miré al cielo y agradecí por haber tenido la oportunidad de conocer esta belleza venezolana de esta manera, no sin antes también disfrutar de tan grandioso espectáculo nocturno.

Mucho aprendí de esta gran experiencia y me quedará siempre la lección aprendida de que en la vida debemos conseguir el balance entre el empeño que le ponemos a las cosas y las fuerzas que creemos que juegan en nuestra contra... Tal vez es justo el equilibrio entre estas fuerzas y la asertividad e inteligencia que utilicemos, lo que nos permitirá llegar a la meta planteada...


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